«¿Quién es Pablo Goncálvez, el asesino serial supuestamente visto en Maldonado?»
Pablo Goncálvez, conocido como el «psicópata de Carrasco», se convirtió en uno de los criminales más notorios en la historia reciente de Uruguay. Nacido en una familia de posición privilegiada, su padre era un diplomático, lo que contrastaba con sus acciones violentas y perturbadoras que sembraron el terror en la sociedad uruguaya durante la década de los 90.
Desde una edad temprana, Goncálvez mostró señales preocupantes de comportamiento. En 1991, a la edad de 20 años, fue investigado por un presunto caso de abuso sexual, en el cual una mujer lo acusó de haberla inmovilizado con esposas y agredido sexualmente. A pesar de las sospechas de las autoridades, la falta de pruebas concretas llevó a su liberación, generando inquietud en la comunidad.
Sin embargo, fue en 1993 cuando Goncálvez pasó a la infamia con el brutal asesinato de María Victoria Williams, una joven universitaria cuyo cuerpo fue encontrado en el Parque Roosevelt. Su modus operandi reveló una combinación de manipulación y violencia extrema. Goncálvez logró ganarse la confianza de Williams al simular una emergencia familiar, para luego atacarla y asfixiarla en su propio hogar.
Posteriormente, durante su interrogatorio, Goncálvez confesó también el asesinato de Andrea Castro Pena, una adolescente de 16 años cuyo cuerpo fue hallado en Punta del Este en 1992. En este caso, relató cómo abordó a la joven y la estranguló en su automóvil antes de abandonar su cuerpo en la playa.
A pesar de sus intentos de retractarse de sus confesiones, la evidencia recopilada, incluyendo el hallazgo de pertenencias de las víctimas, apuntaba de manera contundente hacia su culpabilidad. Goncálvez fue condenado a 30 años de prisión, pero su liberación anticipada tras 23 años y 4 meses en prisión ha generado controversia y preocupación en la sociedad uruguaya.
Expertos en criminología discrepan sobre el futuro de Goncálvez tras su liberación. Mientras algunos creen en su capacidad para reinsertarse en la sociedad y llevar una vida normal, otros advierten sobre el alto riesgo de reincidencia, especialmente dada la naturaleza de sus crímenes y su perfil psicológico. La sociedad uruguaya se enfrenta a un dilema ético sobre cómo manejar la reintegración de individuos con un pasado marcado por la violencia y el horror.